En días como éstos, deseo tu piel desesperadamente...
Sudo con sólo pronunciar tu nombre...
Cuando te veo, lo único que se me ocurre es aventarme a tí y arrancarte toda la ropa.
Mi cuerpo no te pide, te exige y no quiere explicaciones, quiere actos que le satisfagan.
Y si no te tiene, me castiga con un dolor tremendo.
Mi imaginación divaga alrededor de tus labios, de tu pasión, de todo lo que me haces sentir; es una tortura psicológica, pensarte y no poder tenerte en ese instante...
En éstos días, no tengo completo control sobre mi cuerpo, y creo que la única medicina que me puede sanar es el roce de tu piel...
Cúrame por favor, te necesito ya, no soportaré mucho este descontrol...
Aunque debo de admitir, que si eso es una medicina, con gusto estaría enferma todos los días.